Para ganarse el apoyo de la corona británica en su guerra por la corona
de España frente al heredero legítimo de los "Austrias" (Casa de
Habsburgo), los borbones firmaron el Tratado de Utrech que, entre otras
cosas, cedía todas sus posesiones europeas y entregaba el Peñón de
Gibraltar a los ingleses. Al pretendiente borbón, Felipe V, nieto de
Luis XIV de Francia, le apoyaba la nobleza de Castilla, y al Archiduque
Carlos (que hubiera sido Carlos III) la corona de Aragón-Cataluña, que
con esta guerra perdió su autonomía a favor del ultracentralismo
borbónico.
El Tratado de Utrecht reconoce la soberanía británica sobre la ciudad y
castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas
que le pertenecen. Y, sobre la base de la tradición medieval de
considerar como territorio de una fortaleza el radio de alcance de sus
cañones, ello incluye la correspondiente porción de mar. Sí, justamente
donde han tirado unos bloques de hormigón para evitar la destructiva
pesca de arrastre.
Se queja la monarquía española de que Gibraltar es la última colonia en
Europa. Y eso lo dice quién mantiene la última colonia europea en
África, Canarias, y las plazas coloniales de Ceuta y Melilla (por no
mencionar el islote de Perejil, de dónde tuvieron que salir por patas
tras la orden dada por Washington). Mucho macho ibérico, pero al final
los imperialistas españoles han salido de todas partes con el rabo entre
las patas.
Como ni soy españolista ni me causan pena las trapisondas de los borbones,
comprenderán que la cosa de Gibraltar me la refanfinfle ampliamente. Lo
cierto es que ni mil gibraltares van a tapar el tufo de Bárcenas, de la
Gurtel, del caso Noos, de la fuga a Suiza de la infanta, de los
chanchullos reales y del robo sistemático que la oligarquía financiera
hace de nuestros salarios, de nuestra sanidad, de nuestra educación y de
nuestros derechos.
SanBorondonT.Santana
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