¿Me acompañas en esta pequeña ruta por pueblos, ciudades y momentos de nuestra tierra?

El Bonillo
Aunque nací en Madrid, lo cierto es que yo siempre me he considerado
natural de Albacete donde me crié, y de El Bonillo donde pasaba mis
vacaciones. Un pequeño pueblo del albaceteño Campo de Montiel donde pasé parte de mi infancia, crecí y aprendí los valores que me han convertido en todo lo que soy ahora.
El Bonillo
es un pueblo encantador que cuenta con unos 3.500 habitantes y que,
para mí, tiene un montón de atractivos, además de la nostalgia. Está
rodeado de zonas verdes con una gran riqueza ornitológica, atesora unas cuantas bodegas que brindan caldos de gran nivel, y ofrece al viajero unos quesos universales que no os voy a ocultar que son mi verdadera pasión.
Lo cierto es que podría vivir con queso, vino de la zona y poco más.
Porque, más allá de lo que “tira la tierra” he de deciros que los
productos de la comarca son realmente extraordinarios.
Los bonilleros estamos muy orgullosos de nuestro pueblo, y de sus
monumentos más reconocidos. Siempre que vuelvo a El Bonillo, y procuro
hacerlo cada año, me adentro en ese maravilloso rincón que es la Iglesia de Santa Catalina, un hermoso edificio barroco que comenzó a construirse en 1699 y cuyo órgano es una auténtica delicia.
Si os acercáis algún día, no podéis dejar de admirar “El Cristo abrazado a la Cruz” una obra de El Greco que guardamos como oro en paño en el Museo Parroquial que encontraréis en el interior de la iglesia.
Para reponer fuerzas después de un largo paseo por mi pueblo, nada mejor que acercarse a la Fonda Santiago y degustar sus especialidades: las habitas tiernas con chipirón, su tabla de quesos manchegos y, por supuesto, el gazpacho manchego que por mucho que me diga Javier Arenas que el auténtico es el andaluz, a mí me gusta mucho más el nuestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario