
El sexo y la pornografía es el mayor negocio de Internet y sus industriales reinvierten mucho para que siga siéndolo. Todos los grandes portales generalistas de la red, en su lucha titánica por encontrar ingresos y hacer rentable su aventura digital, han decidido tener su propio portal de cibersexo, para atraer "usuarios" y, entre ellos, repartirse los más de 6 ó 7 millones de sexoadictos on-line.
Y es que Internet no es más de lo mismo. La pornografía en Internet es especialmente dañina. "Funciona muy rápido y es muy intensa", explica el doctor Robert Weiss del Sexual Recovery Institute de Los Ángeles, un centro de tratamiento a sexoadictos. "Estamos acumulando una masa de clientes que nunca habían tenido contacto con este problema, sino que por vez primera están empezando esta actividad y se quedan enganchados". Los adictos al porno on-line son gente que no había estado expuesta antes, una nueva clase de afectados.
Según Alonso-Fernández, esta adicción se está iniciando entre los 25 y 35 años entre los hombres y a edades más tempranas entre las mujeres, más usuarias de chats eróticos que de webs con imágenes. Entre los sexoadictos hay mayor proporción de homosexuales que en la población general. La mayoría de estos adictos son estudiantes o licenciados universitarios. Alonso-Fernández, que prepara una nueva edición de su libro Las adicciones sociales, puntualiza que el 50 por ciento de los sexoadictos por Internet que tienen pareja estable llega con el tiempo a sufrir anorexia sexual con respecto a su pareja. Descubrir la adicción es ser invadido por vergüenza, humillación y el sentimiento de indignidad por traición.
Mundos de fantasía, amigos de fantasía
En la investigación presentada por Kimberly Young en 1997 ante la Asociación de Psiquiatras Americanos, había una lista de aplicaciones usadas por los adictos: el 35 por ciento usaban el chat, el 28 por ciento los juegos MUD, el 15 por ciento los tablones de noticias y newsgroups y el 13 por ciento el correo electrónico. Son todas herramientas en dos direcciones, de diálogo de tú a tú, en las que se crean auténticas comunidades virtuales. En ellas los adictos buscan una sociedad que les acepte e incluso admire. Para ello cuentan con el anonimato de la red, el poder fingir ser otro, crear toda una nueva personalidad, mentir sobre su edad, trabajo, aspecto físico...
El usuario de chat se sabe admirado por sus respuestas rápidas, su buen humor, sus comentarios ingeniosos, su dominio del tema... nadie se fija en que no cumple con sus deberes familiares o laborales, nadie le regaña. Mientras el joven estudiante está conectado al juego MUD, nadie sabe que lleva días saltándose clases y que sus notas bajan en picado, nadie le recrimina como hace su madre; por el contrario, todos le admiran y le respetan porque ha ganado muchas batallas en las últimas partidas, su personaje ha conquistado reinos, ha creado ciudades, ha arrasado a sus vecinos y ha fundado dinastías. Ser amado y admirado, no ser un mediocre despreciado... el ansia de ser reconocido se ve fácilmente correspondida. Según Kimberly Young, al crear personalidades de ficción afloran rasgos de su personalidad que estaban escondidos y que no usa en su vida cotidiana fuera de la red: ansias de poder, agresividad, capacidades expresivas dormidas, que en Internet se manifiestan, protegidas por el secreto.
En estos casos, el ser joven y el ser novato en Internet son factores de riesgo: cada nueva generación que se incorpora a la Red aumenta las filas de los que quedan enganchados.
Las adicciones no son el único peligro. Hay otros riesgos en Internet además de quedar enganchado a una adicción. Hay sectas proclamando todo tipo de barbaridades, en webs más o menos convincentes. Hay grupos que invitan al odio racial, étnico o religioso, con estéticas más o menos seductoras y discursos más o menos elaborados. Hay instrucciones sobre cómo elaborar bombas. Hay pornografía infantil absolutamente a mano, frecuente y gratuita, y escenas de violencia arbitraria, incluyendo imágenes de violencia real provocada explícitamente para ser publicada en Internet.
Antes de Internet, los padres tenían 4 áreas para vigilar y cuidar a su hijo: cuidar a los amigos que tiene, cuidar los programas de TV que ve, cuidar a dónde va y cuidar lo que lee. Ahora, con Internet, es facilísimo que cualquier niño o adolescente tenga acceso a los peores antros digitales. Toda la educación moral, religiosa o sexual que unos padres están intentando transmitir a su hijo pueden verse minadas por webs interesadas en enseñar todo lo contrario.
Continuará con las conclusiones.....

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