EL HILO HISTÓRICO DE LA CORRUPCIÓN EN ESPAÑA
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Hacer negocios en España
La realidad, sin embargo, es que ningún gran empresario ha entrado todavía en la cárcel por sobornar a un funcionario o por pagar comisiones, lo cual choca contra la realidad de un país que puede leer todos los días en los periódicos que algunas corporaciones (de dentro y fuera de Ibex) han hecho entrega de generosas cantidades de dinero de forma ilícita. No se trata de pequeños empresarios que para sobrevivir han tenido que hacer alguna tropelía, sino de señores del euro que sólo buscan acrecentar su poder. Y el argumento de que los empresarios son libres de ayudar al partido que quieran suele ser falso. La mayoría engrasa a todos los partidos con opciones reales de ganar, por lo que las ayudas no pueden llevarse al terreno estrictamente ideológico.
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En un artículo titulado "¿Quién teme a los empresarios corruptos?" cuyos autor es el periodista Carlos Sánchez (*) se hace una interesante reflexión sobre los mecanismos históricos en los que se ha asentado la corrupción en España. De él hemos extraido los párrafos siguientes:
"El 11 de diciembre de 1923 se celebró un cónclave empresarial insólito. Ese día se reunieron en Madrid el marqués de Urquijo, el conde de Zubiría, el industrial sir Ramón de la Sota (título concedido por el rey de Inglaterra), el marqués de Arriluce de Ybarra, el conde de Gamazo y el empresario vizcaíno Juan Tomás Gandarias. De la reunión salió una carta que se remitiría a los empresarios y aristócratas más relevantes del momento. Y fruto de esa circular, pocos días después, el 14 de diciembre, se reunía en los salones del Banco de Crédito Industrial, en el paseo de Recoletos, la flor y nata del empresariado patrio.
Así es como nació la Federación de Industrias Nacionales, hermanada con la asociación de banqueros, que previamente había mostrado su respeto al dictador Primo de Rivera. Los grandes bancos habían ofrecido al Directorio su “más desinteresada y patriótica colaboración para la labor de reconstitución nacional, consistente en el fomento de obras públicas con capital español”. En realidad, lo que se pretendía era evitar la presencia de “ese capital extranjero, más o menos imaginario, del que se habla”. Ni que decir tienen que esa “patriótica colaboración” cimentó la creación de numerosos monopolios y oligopolios en la España de la Dictadura. De hecho, no se puede entender esa época sin tener en cuenta los estrechos lazos entre Alfonso XIII y la élite empresarial, incrustada en el parlamento con títulos de senador o diputado para velar por sus intereses.
"El 11 de diciembre de 1923 se celebró un cónclave empresarial insólito. Ese día se reunieron en Madrid el marqués de Urquijo, el conde de Zubiría, el industrial sir Ramón de la Sota (título concedido por el rey de Inglaterra), el marqués de Arriluce de Ybarra, el conde de Gamazo y el empresario vizcaíno Juan Tomás Gandarias. De la reunión salió una carta que se remitiría a los empresarios y aristócratas más relevantes del momento. Y fruto de esa circular, pocos días después, el 14 de diciembre, se reunía en los salones del Banco de Crédito Industrial, en el paseo de Recoletos, la flor y nata del empresariado patrio.
Así es como nació la Federación de Industrias Nacionales, hermanada con la asociación de banqueros, que previamente había mostrado su respeto al dictador Primo de Rivera. Los grandes bancos habían ofrecido al Directorio su “más desinteresada y patriótica colaboración para la labor de reconstitución nacional, consistente en el fomento de obras públicas con capital español”. En realidad, lo que se pretendía era evitar la presencia de “ese capital extranjero, más o menos imaginario, del que se habla”. Ni que decir tienen que esa “patriótica colaboración” cimentó la creación de numerosos monopolios y oligopolios en la España de la Dictadura. De hecho, no se puede entender esa época sin tener en cuenta los estrechos lazos entre Alfonso XIII y la élite empresarial, incrustada en el parlamento con títulos de senador o diputado para velar por sus intereses.
Aquella reunión no es, de
ninguna manera, una anécdota en la historia de España. El compadreo
entre poder económico y poder político recorre transversalmente el país.
Hasta el extremo de que el sistema territorial que nació de la Constitución de 1978 copió literalmente los vicios del viejo sistema de la Restauración.
No hay presidente de comunidad autónoma que no haya creado una red
clientelar a su alrededor -las liaisons dangereuses de sus señorías- con
empresarios locales que han comido y bebido de forma copiosa del
presupuesto.
Aquí está, en última instancia,
el origen de la corrupción económica en España: la existencia de élites
locales - en su origen vizcaínas y catalanas dada su especialización
industrial- que han engrasado suficientemente el sistema de partidos
para ganar concursos y concesiones públicas. No es que en la
Administración central no se hayan podido cometer irregularidades, pero
en todo caso son menores debido a que los mecanismos de fiscalización
del gasto público han sido más estrictos. La Intervención General del Estado, con todos sus errores, es una de esas instituciones que habría que salvar en este fin de época".
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Hacer negocios en España
"Es cierto que hay otra corrupción mucho más sibilina que algunos historiadores económicos han denominado ‘captura del Estado’,
que se produce cuando el regulador queda prisionero defendiendo
intereses particulares y no el bien común. Y la existencia de algunas
patronales durante el franquismo, como Seopan o Unesa, en plena
prohibición del asociacionismo sindical y empresarial, refleja cómo han
funcionado las llamadas puertas giratorias. Es decir, la confusión
entre lo público y lo privado.
Como han puesto de manifiesto
algunos historiadores, el proteccionismo, el intervencionismo y los
elementos favorables a la colusión empresarial subsistieron durante la
democracia, aunque con formas diferentes, más complejas y refinadas. En
ocasiones, el empresario no busca sólo influir en las élites políticas
para consolidar su poder económico, sino que, en realidad, se sirve de
sus propios recursos económicos para que triunfen sus convicciones
políticas, lo cual socava todavía más el Estado democrático. Muchas
veces aprovechando la debilidad económica de los grandes grupos de
comunicación, mero instrumento de sus bastardos intereses".
Mordidas a políticos corruptos
"Lo curioso del caso es que
este comportamiento ruin y repugnante de ciertos empresarios que pagan
mordidas a políticos corruptos no suele ir más allá de un disgusto
periodístico. De una pena de telediario, que diría la vicepresidenta. No
existen códigos deontológicos contundentes más allá de meras
declaraciones de principios ni listas negras capaces de expulsar de las
asociaciones patronales a quienes sobornan a funcionarios públicos o a
dirigentes políticos. Y ni siquiera este asunto suele plantearse en las
juntas de accionistas, donde se da por hecho que un empresario tiene
motivos suficientes para realizar una coima, como si se tratara de un
asunto menor. Ningún gran empresario ha entrado todavía en la cárcel por
sobornar a un funcionario o por pagar comisiones, lo cual choca contra
la realidad de un país que puede leer todos los días en los periódicos
que algunas corporaciones (de dentro y fuera de Ibex) han hecho entrega de generosas cantidades de dinero de forma ilícita
Es como si la corrupción
económica fuera disculpada por el subconsciente colectivo del país; como
si se tratara de un mal inherente al sistema político. Cuando en
realidad las dos corrupciones -la política y la económica- se
retroalimentan. Se necesitan. Una no se entiende sin la otra.
La realidad, sin embargo, es que ningún gran empresario ha entrado todavía en la cárcel por sobornar a un funcionario o por pagar comisiones, lo cual choca contra la realidad de un país que puede leer todos los días en los periódicos que algunas corporaciones (de dentro y fuera de Ibex) han hecho entrega de generosas cantidades de dinero de forma ilícita. No se trata de pequeños empresarios que para sobrevivir han tenido que hacer alguna tropelía, sino de señores del euro que sólo buscan acrecentar su poder. Y el argumento de que los empresarios son libres de ayudar al partido que quieran suele ser falso. La mayoría engrasa a todos los partidos con opciones reales de ganar, por lo que las ayudas no pueden llevarse al terreno estrictamente ideológico.
Algunos de esos empresarios,
incluso, gozan de títulos nobiliarios, acompañan a las autoridades en
viajes de Estado y otros, además, aparecen ante la opinión pública como
bienhechores de la humanidad arropados por su infinito patriotismo.
Aunque ninguno da explicaciones a sus accionistas sobre su presunta
implicación en asuntos tan reprobables que merecen el reproche social.
Un auténtico dislate. Sin duda
coherente con la complacencia que este país ha tenido históricamente con
la corrupción económica. Probablemente, por el hecho de que la mayor de
la corrupciones posibles -la corrupción política- forma parte de
nuestro historia en los últimos doscientos años. Lo mismo que el
estraperlo o el fraude fiscal generalizado".
Desde luego, habría que añadir, no para investigar a un solo partido, sino a todo el sistema político..." ,
*Carlos Sánchez es
periodista y autor de los libros "Los Nuevos Amos de España" y "Dinero
Fresco" Ha trabajado en radio, televisión y prensa escrita. Desde luego, habría que añadir, no para investigar a un solo partido, sino a todo el sistema político..." ,
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