"La Democracia
bipartidista, a la que hemos llegado desde la Constitución Española de
1978, es del todo comparable con el “Régimen de la Restauración”"
Una práctica a todas luces “pseudodemocrática” y que pasó
a la historia como la época del Turnismo.
¿PERO PASO YA A LA HISTORIA? .........
En España no hay libre competencia entre las
formaciones políticas como la hay en Alemania, donde la corrupción se depura a
nivel interno para evitar la fuga de votos, lo que el sistema hispano hace casi
imposible.
TURNISMO EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX
Es
antológica la anécdota protagonizada por don Álvaro de Figueroa y Torres, conde
de Romanones. Este caballero fue elegido diputado ininterrumpidamente por la
circunscripción de Guadalajara desde 1891 a 1923 en las listas del Partido
Liberal. Y el secreto de sus reiterados triunfos electorales era una habilidosa
combinación de caciquismo y clientelismo hasta el punto de hacer de la
provincia alcarreña su verdadero feudo.
En cierta
ocasión, don Antonio Maura, que llegaría años después a ser jefe del Partido
Conservador y Presidente del Consejo de Ministros en varias ocasiones, decidió
disputar el escaño al jabonoso conde. Se presentó en Guadalajara y allí se le
informó de que tendría muy complicada la cosa pues el Conde de Romanones
ofrecía a cada elector 2 pesetas por voto y que eso había generado un tejido
cautivo muy difícil de rasgar.
- Muy
bien, dijo Maura. Si Romanones paga el voto a 2 pesetas, yo lo pagaré a 3. Y,
dicho y hecho, Maura empezó a comprar los votos a 3 pesetas.
Pasados
unos días Romanones llegó a Guadalajara, como siempre, a repetir la jugada.
Pero cuando hubo llegado se le informó que ese año lo tendría realmente difícil
puesto que Maura se le había adelantado y además había ofrecido 3 pesetas por
voto. Entonces Romanones no vaciló. Fue localizando a los electores que habían
sido tentados por Maura y, uno por uno, les iba diciendo:
- Toma
un duro y dame las tres pesetas (que habían previamente recibido de Maura).
El
resultado lo pueden imaginar: Romanones arrasó, los electores se embolsaron
cada uno un duro (cinco pesetas) y a Romanones los votos le costaron a dos,
como de costumbre.
La
Democracia bipartidista, a la que hemos llegado desde la Constitución
Española de 1978, es del todo comparable con el “Régimen de la
Restauración”, bien acomodado gracias a la Constitución de 1876,
tras la cual, dos partidos políticos: uno a la derecha –el partido
conservador- fundado por el propio Cánovas del Castillo y otro a la
izquierda –el partido liberal- dirigido por Práxedes Mateo Sagasta, se
repartían por turnos –el turno pacífico-, el poder en la España de finales del siglo XIX.
Uno de los reflejos más destacados de la situación política de aquella época, no era otro que el sistema de provisión de puestos en las Administraciones Públicas. Salvando las lógicas diferencias entre un sistema y otro, una época y la actual pues son significativas.
Uno de los reflejos más destacados de la situación política de aquella época, no era otro que el sistema de provisión de puestos en las Administraciones Públicas. Salvando las lógicas diferencias entre un sistema y otro, una época y la actual pues son significativas.
Es factible afirmar, por consiguiente, que España únicamente
es una democracia en apariencia, evidentemente, la casta se ha encargado de
diseñar un disfraz a medida de sus objetivos (perjudiciales para la sociedad).
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Cuando las especies caen en la endogamia, tienden a la extinción. España lleva más de 30 años en una alternancia política endogámica que inevitablemente le ha conducido al desastre. Se ha creado una superestructura administrativa imposible de mantener, pero a la que ninguno de los grandes partidos quiere poner fin, para proteger sus respectivos graneros de votos. Mientras, nosotros nos manifestamos mostrando nuestra indignación, pero cuando llega el momento de la verdad, el momento de castigarles con lo que más les duele (el voto), les seguimos votando como corderitos fieles.
Cuando las especies caen en la endogamia, tienden a la extinción. España lleva más de 30 años en una alternancia política endogámica que inevitablemente le ha conducido al desastre. Se ha creado una superestructura administrativa imposible de mantener, pero a la que ninguno de los grandes partidos quiere poner fin, para proteger sus respectivos graneros de votos. Mientras, nosotros nos manifestamos mostrando nuestra indignación, pero cuando llega el momento de la verdad, el momento de castigarles con lo que más les duele (el voto), les seguimos votando como corderitos fieles.
Es vital realizar una reforma de la ley
electoral que permita a los ciudadanos elegir a sus diputados para que los
partidos no puedan confeccionar listas llenas de políticos mediocres, sin
formación ni cualificación y corruptos.
En
nuestra mano está cambiar esto de una vez por todas.
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